Reina Valera Gomez
Salmos
Chapter 66
                                                            <<Al Músico principal: Cántico: Salmo>> Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra:
                                                    
                        
                    
                                                            Cantad la gloria de su nombre; haced gloriosa su alabanza.
                                                    
                        
                    
                                                            Decid a Dios: ¡Cuán terribles tus obras! Por la grandeza de tu poder, se someterán a ti tus enemigos.
                                                    
                        
                    
                                                            Toda la tierra te adorará, y cantará a ti; cantarán a tu nombre. (Selah)
                                                    
                        
                    
                                                            Venid, y ved las obras de Dios, terrible en hechos sobre los hijos de los hombres.
                                                    
                        
                    
                                                            Volvió el mar en [tierra] seca; por el río pasaron a pie; allí en Él nos alegramos.
                                                    
                        
                    
                                                            Él señorea con su poder para siempre; sus ojos atalayan sobre las naciones; los rebeldes no serán exaltados. (Selah)
                                                    
                        
                    
                                                            Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, y haced oír la voz de su alabanza.
                                                    
                        
                    
                                                            Él es quien preserva nuestra alma en vida, y no permite que nuestros pies resbalen.
                                                    
                        
                    
                                                            Porque tú nos probaste, oh Dios: nos refinaste como se refina la plata.
                                                    
                        
                    
                                                            Nos metiste en la red; pusiste aflicción en nuestros lomos.
                                                    
                        
                    
                                                            Hombres hiciste cabalgar sobre nuestra cabeza; pasamos por el fuego y por las aguas, pero nos sacaste a abundancia.
                                                    
                        
                    
                                                            Entraré en tu casa con holocaustos; te pagaré mis votos
                                                    
                        
                    
                                                            que pronunciaron mis labios y habló mi boca, cuando angustiado estaba.
                                                    
                        
                    
                                                            Te ofreceré holocaustos de animales engordados, con perfume de carneros: Sacrificaré bueyes y machos cabríos. (Selah)
                                                    
                        
                    
                                                            Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que Él ha hecho a mi alma.
                                                    
                        
                    
                                                            A Él clamé con mi boca, y exaltado fue con mi lengua.
                                                    
                        
                    
                                                            Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado.
                                                    
                        
                    
                                                            Mas ciertamente me oyó Dios; atendió a la voz de mi súplica.
                                                    
                        
                    
                                                            Bendito Dios, que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia.