Reina Valera Gomez
Proverbios
Chapter 5
                                                            Hijo mío, está atento a mi sabiduría, y a mi inteligencia inclina tu oído;
                                                    
                        
                    
                                                            para que guardes consejo, y tus labios conserven el conocimiento.
                                                    
                        
                    
                                                            Porque los labios de la extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite;
                                                    
                        
                    
                                                            pero su fin es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos.
                                                    
                        
                    
                                                            Sus pies descienden a la muerte; sus pasos conducen al infierno.
                                                    
                        
                    
                                                            Sus caminos son inestables; no los conocerás, si no considerares el camino de vida.
                                                    
                        
                    
                                                            Ahora pues, hijos, oídme, y no os apartéis de las razones de mi boca.
                                                    
                        
                    
                                                            Aleja de ella tu camino, y no te acerques a la puerta de su casa;
                                                    
                        
                    
                                                            para que no des a los extraños tu honor, y tus años al cruel;
                                                    
                        
                    
                                                            para que los extraños no se sacien de tu fuerza, y tus trabajos estén en casa del extraño;
                                                    
                        
                    
                                                            y gimas en tus postrimerías, cuando se consumiere tu carne y tu cuerpo,
                                                    
                        
                    
                                                            y digas: ¡Cómo aborrecí el consejo, y mi corazón menospreció la reprensión;
                                                    
                        
                    
                                                            y no oí la voz de los que me instruían, y a los que me enseñaban no incliné mi oído!
                                                    
                        
                    
                                                            Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación.
                                                    
                        
                    
                                                            Bebe el agua de tu cisterna, y los raudales de tu propio pozo.
                                                    
                        
                    
                                                            ¿Se han de derramar afuera tus fuentes, y tus corrientes de aguas por las calles?
                                                    
                        
                    
                                                            Sean para ti solo, y no para los extraños contigo.
                                                    
                        
                    
                                                            Sea bendito tu manantial; y alégrate con la mujer de tu juventud.
                                                    
                        
                    
                                                            Como cierva amada y graciosa gacela, sus pechos te satisfagan en todo tiempo; y en su amor recréate siempre.
                                                    
                        
                    
                                                            ¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, y abrazarás el seno de la extraña?
                                                    
                        
                    
                                                            Pues que los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y Él considera todas sus veredas.
                                                    
                        
                    
                                                            Prenderán al impío sus propias iniquidades, y detenido será con las cuerdas de su pecado;
                                                    
                        
                    
                                                            él morirá por falta de corrección; y errará por la grandeza de su locura.